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de Oscar C. Rohrmoser Volio

Crónica de una Gran Familia

Capítulo VI

El tío Neto (1843-1882)

 

De los 6 hermanos que emigraron a Costa Rica, don Gustavo Ernesto Rohrmoser von Chamier (1843-1882), fue el que tuvo mayor éxito económico y social. Desde muy joven participó en varias empresas comerciales, en sociedad con otros emigrantes y con varios importantes ciudadanos costarricenses. Posteriormente se dedicó a la agricultura del café, en la que tuvo mucha suerte, y constituyó la base de su capital.

Don Ernesto se casó en 1869 con la distinguida dama costarricense doña Deidamia Carranza Pinto. De este matrimonio nacieron 4 hijos, bautizados Oscar Francisco, Elena, Amelia y Ernesto. Este último murió al año siguiente de su nacimiento, sin haber siquiera cumplido un año. Doña Deidamia desde muy joven sufrió de una severa afección pulmonar y murió en San José en 1877 a la edad de 33 años. Sus hijos estaban muy pequeños y la tía doña Antonia Rohrmoser von Chamier, se hizo cargo de la crianza de sus sobrinos.

 

El mayor de los hermanos Rohrmoser von Chamier

De las hijas doña Elena permaneció soltera y doña Amelia, se casó en 1891 con don Juan José Montealegre Gallegos. Este matrimonio dio origen a la muy conocida familia Montealegre Rohrmoser, que por muchos años formaron parte de la Sociedad Rohrmoser Hermanos y se vieron enteramente como hermanos de sus primos, los Rohrmoser Lahmann.

Tío Neto fue el precursor de la actividad cafetalera de la familia. En el año de 1879 compró la finca conocida como "Hacienda Vieja"; que había pertenecido a don José Joaquín Mora Porras. En ese año la finca era propiedad del comerciante chileno don José Cervero, que la había comprado a la sucesión del señor Mora.

Posteriormente en los años 1884 y 1886 adquirió de la sociedad Lacheur Dent y Cía., dos propiedades más. Una había sido propiedad de don Braulio Carrillo y se le conocía por ese nombre. La otra fue la finca conocida como Davidson, que tenía un pequeño beneficio para procesar café. Posteriormente éste fue ampliado en varias oportunidades y llego a ser el beneficio principal de las actividades cafetaleras de la familia Rohrmoser.

En la actividad de producción y procesamiento de la fruta del cafeto, don Ernesto fue una figura muy importante en su época, originando la infraestructura que dio lugar a las grandes e importantes actividades cafetaleras de la compañía Rohrmoser Hermanos.

Don Ernesto sirvió también al Imperio Alemán, como Vice Cónsul en Puntarenas, de 1880 a 1884 y como cónsul en San José de 1884 a 1889.

La muerte lo sorprendió en San José el 15 de abril de 1892, un viernes Santo, a la temprana edad de 49 años. Fue una persona humilde y muy querida. Quien mejor describió su carácter y hombría de bien, fue el gran poeta y escritor nicaragüense Rubén Darío. El 19 de abril de 1892, en el Nº83 de "El Heraldo de Costa Rica", publicó una bellísima página que a continuación se transcribe:

 

"El hombre Bueno"

por Rubén Darío

"La ciudad se puso triste; se puso triste el corazón social. El Club enlutó sus balcones; los amigos se encontraban en la calle y se daban el pésame; en las casas cariñosas tejían coronas las damas amables; y yo vi a una, llena de gracia y virtud, tejiendo el ciprés y las flores fúnebres, para honrar la memoria del hombre bueno. Era querido, era uno de aquellos caracteres de oro, corazones limpios y suaves, que atraen, a su foco de bondad, el mariposeo bendito de los agradecimientos y de las nobles simpatías. Ese árbol del trabajo tenía la flor generosa. Ese rico gustaba del hermoso placer de ser humilde. Ser humilde a tiempo es la gran ciencia. Para él las acciones del hombre debían verse puras y blancas como un cristal. Para él los sujetos rectos, los brazos laboriosos, el joven entusiasta y honrado, el self-made-man, el que ilustra su alcurnia con su propio brillo, el que tras plausibles luchas llega al bienestar, el que ostenta, como el mejor de los blasones, la estrella maravillosa de la honradez. Toda la gente decía ayer con respeto afectuoso y dice hoy con tristeza, "Don Ernesto". Varón sin tacha, espíritu sincero, que unía la sencillez al vigor, tenía mano franca, el consejo sano y la entereza fundida como el mejor bronce moral. Costa Rica veía un hijo ilustre en el sajón que vino a hacer su hogar en la tierra costarricense. Y don Ernesto amaba a Costa Rica, donde con pompa justa y triunfo verdadero, su familia crece y se extiende entre oro y cariño. Dan idea de lo que era el caballero Rohrmoser las palabras que dicen que pronunció al hijo querido, cuando ya la muerte estaba sentada a su cabecera y pocos granos de arena quedaban en el reloj: -Sé honrado, sé humilde, se trabajador y serás feliz-. El hijo recogió conmovido esos diamantes. El entierro fue en la tarde del domingo. Iba el carro de gala; lo tiraban seis caballos negros. Tras el carro iba la familia, la amistad; iba el Presidente de la República, iba el Comercio, iba la espuma josefina; los del club y los del Banco, todos a dejar en su lecho del cementerio el cadáver lamentable."

 

"Una flor no, dos coronas de ciprés quedaran en el fin de esta crónica, á la memoria de dos varones ilustres que acaba de perder Costa Rica. Por el uno se enlutó la patria; por el otro la sociedad. El Doctor don José María Castro, es el uno: padre de la República. El otro es don Ernesto Rohrmoser, caballero entre los caballeros, noble y generoso corazón, hombre de alma límpida, joya social. Ambos fueron llorados y lamentados. Si Costa Rica tuviera su Pantheón, estaría hoy bajo el glorioso techo, benditas, las dos tumbas."

Además en las páginas 322 y 323 del número 6 de la "Revista de Costa Rica", correspondiente al mes de abril de 1892, el mismo Darío publico una pequeña reseña sobre la muerte del Expresidente don José María Castro Madriz y el deceso de tío Neto. Dice así:

No es necesario decir más sobre el carácter y honorabilidad de este gran antepasado. Los descendientes de don Ernesto pueden sentirse muy orgullosos de su antecesor.

 

 

 

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